lunes, 11 de mayo de 2009

los tangos inolvidables con historia.

En esta larga historia del Tango, que se escribió, escribe y se escribirá, existieron obras que pasaron a ser inmortales, porque marcaron una época, una transformación, una evolución, o el inicio de cambios, por situaciones puntuales, por ir innovando el genero.
Por la incorporación de cantantes solistas o músicos con visión evolutivas.
Es así como en esta sección queremos incorporar a todos aquellos tangos, milongas, o vals. Que pasaron a la Historia como verdaderos clásicos de la música porteña.
Compartir con Ustedes, cada uno de las siguentes obras inmortales.
Oscar Cabrera

viernes, 8 de mayo de 2009

MUJERES FATALES

El rito prohibido en la "casita" de Laura

Laura y María la Vasca monopolizaban, casi, la leyenda mayor de las casas de baile en el Buenos Aires de comienzo de siglo pasado. En Paraguay 2512 estaba la suntuosa casa de la famosa Laura.

En sus cuarenta y cinco bien llevados años Laurentina Monserrat, tal su verdadero nombre, era alta, más bien gruesa, morocha, buena moza, de negros cabellos que peinaba en bandó, de ojos oscuros y aire distinguido. Tenía un verdadero savoir faire y, enérgica y suave a la vez, su voz insinuaba una discreta modulación provinciana, quizá mendocina, casi imperceptible, que le daba gracia.
Tuvo una hija -que cuidaba como a una joya y diversas entenadas, que recogió con bondad, dándoles educación y aun casándolas bien. Algún deslumbrante pendantif la mostraba soberbia de brillantes legítimos. que centelleaban también en sus anillos y brazaletes. Llevaba al cuello larga cadena de oro que remataba en un pequeño reloj, de oro también, el que guardaba en el bolsillo superior del vestido. Culta y distinguida, no le faltaba su abono al Colon, donde alzaba su lujoso impertinente que llevaba a los ojos con gesto lleno de natural señorío.
Laura deslumbraba, ciertamente. cuando aparecía. Se mostraba de pollera larga y, estrecha, con algo de cola, cubierta con lujosa matinée, especie de casaca suelta, llena de encajes y de cintas que aparecían y desaparecían bajo el fino entredós.
Su casa era lujosa. La sala escenario de los bailes famosos lucía sus grandes espejos, sus altos jarrones, sus cuadros y sus decorados. Más allá estaba el dormitorio de la dueña. en el que la amplia cama elevaba su alto dosel de liviana muselina de seda. Muebles franceses. pieles blancas sobre el encerado piso y un soberbio quillango sobre el dilatado lecho remataban tanto lujo. Hacia atrás, en los altos, estaban las habitaciones de la hija de Laura que, casi en secuestro, espiaría con ojos azorados, desde la alta baranda, la llegada de elegantes señores y mozos diablos y paseanderos dispuestos a entregarse en aquel ambiente, con sibarítica gravedad, al entonces prohibido rito del tango.
No se ha podido determinar cuándo dejaron de hacerce los bailes de Laura.
En 1915 se daban todavía. Milonga fina en lo de Laura. Por cierto fina, exquisita, perfumada de extractos franceses y exornada por el burbujeante champán de origen semejante, que ardía en las venas con suave calor, incitando al placer exótico que los extremos refinamientos traían a un Buenos Aires apenas desperezado del aburrimiento colonial.
AUTOR DE LA NOTA: LEON BENAROS